viernes, marzo 31, 2006

La Semilla Del Diablo (1 de 3)


Cada temporada tiene su bombazo de taquilla. Es algo que lleva repitiéndose desde que la industria del cine se convirtió en el medio de entretenimiento más extendido del planeta. Anuncios, promoción, entrevistas a las estrellas, merchandising, club de fans,... Eso en el mejor de los casos. Pero pocas, muy pocas producciones pueden presumir de tener una leyenda alrededor de la cual se citan palabras tan rotundas como asesinatos, cultos satánicos, drogas, sexo desviado, brujería, rock'n'roll, snuff movies... por no mencionar el juicio más célebre de finales de la década de los 60 y el revolucionario cambio social que se produjo acto seguido. ¿A qué película me refiero? A 'La Semilla Del Diablo', por supuesto, la madre de todas las películas satánicas modernas.

Black Sabbath Y Polanski

Es curioso de qué forma responde el cerebro ante determinados estímulos. De forma inexplicable, y aparentemente sin fundamento, se producen asociaciones y respuestas que escapan a nuestro raciocinio. De repente, nuestra percepción nos juega una mala pasada y lo que es blanco nos parece negro, invirtiendo el sentido real de las cosas. Es de este mecanismo de lo que depende que la primera impresión que nos produce una persona nos resulte favorable o no, que en la contemplación de un paisaje bucólico nos embargue una sensación de paz, o que el sonido de un instrumento nos suma en una profunda depresión o, por el contrario, en un estado de euforia. El eterno causa-efecto, vaya.

Dentro de este marco de relaciones estímulo-sensación se puede situar algo tan personal e intransferible como las sensaciones que me provoca la portada del 'Born Again' de Black Sabbath. No es la cubierta más agradecida de la historia, de eso no cabe ninguna duda; incluso mucha gente se siente molesta ante ella. Más allá de la contranatura en la fisonomía del bebé o del impacto cromático, yo no puedo evitar asociar esta portada a la película 'La semilla del Diablo'. Y no porque la criatura demoníaca que ilustra la carátula me recuerde a la del film; más que nada porque ello no es posible, dado que durante todo el metraje no aparece de forma física ni monstruo ni retoño alguno. Intuimos su presencia, se nos habla de él, pero ningún plano nos lo muestra. Ni siquiera de lejos. Pero así es como yo imagino el aspecto del fruto de la relación entre una mortal y un íncubo: un bebé híbrido entre lo terrenal y lo infernal, de color rojo, con colmillos y zarpas afiladas, y unos ojos que no entran en los parámetros humanos.

La paranoia y el miedo irracional no son más que otras muestras de asociación distorsionada de estímulos. En 'La Semilla Del Diablo', la película que va a centrar nuestra atención en las siguientes líneas, el personaje que encarna Mia Farrow, en un estado de histeria pre-parto, sucumbe, sin espacio para el análisis racional, a los indicios que se le van presentando en su día a día. Y lo mejor del caso es que el espectador, sugestionado ante la certeza de que se encuentra ante un film de terror, entiende el comportamiento de la protagonista. De poco vale que el tono costumbrista empleado durante todo el metraje nos haga creer que todo se desarrolla dentro de la más completa normalidad; el elemento distorsionador del miedo ha hecho presencia y nada va a hacernos cambiar de idea. Nos es indiferente que de vez en cuando la razón asome la cabeza, la semilla de la duda se ha plantado en nuestro cerebro y nada cambiará nuestro parecer. La ambigüedad se ha atrincherado y dispara a matar.

Precisamente, esa sensación de ambigüedad era el elemento con el que inicialmente Roman Polanski, su director, quería jugar durante todo el metraje; es decir, que una vez encendidas las luces del palco de butacas el espectador no supiese a ciencia cierta si todo ha sido producto de la mente enfermiza de la protagonista o la presencia de Satán ha sido tan tangible como la de cualquiera de los personajes mortales. Polanski ya había dado muestras de esta manipulación unos años atrás con 'Repulsión', uno de sus filmes más retorcidos, y el resultado se había saldado con un éxito considerable, cimentando su carácter de enfant terrible dentro del panorama cinematográfico europeo. Pero los convencionalismos made in Hollywood echaron por tierra su intención de manejar dos niveles de lectura, eliminando de un plumazo todo el componente paranoide de la trama en la escena final, que, no siendo gráfica, no deja margen de duda. Aún así, hasta esa escena (una de las más terroríficas de la historia del género para un servidor) el propósito del director de angustiar a la platea sin salirse de lo cotidiano se salda con nota alta. La inquietud no surge de los manidos trucos que el género nos tiene acostumbrados, como el susto fácil, los climas de suspense o los apuntes musicales; la sensación enrarecida que nos embarga desde un principio es fruto de situaciones mundanas, dispuestas una detrás de otra de forma magistral para obtener una atmósfera opresiva y asfixiante.

Pesadilla Satánica

Rosemary (Mia Farrow) y Guy (John Cassevettes) son una pareja de recién casados que alquila un apartamento en el Bramford, un edificio de oscura reputación en el que se han desarrollado episodios tan terribles como los experimentos culinarios de dos hermanas caníbales. Rosemary pronto conoce a Terry (Angela Dorian, aka Victoria Vetri), una muchacha ex-drogadicta que ha sido acogida por Minnie (Ruth Gordon) y Roman Castevet (Sidney Blackmer), una pareja de ancianos que viven pared contra pared del matrimonio protagonista. Durante la breve conversación sale a la luz el origen del colgante que porta la chica al cuello, según los Castevets un amuleto de la buena suerte. Una noche, desde su dormitorio, los Woodhouse oyen a sus ancianos vecinos recitando unos extraños salmos. Al día siguiente, Terry aparece muerta, aparentemente defenestrada. El amuleto no parece haberle servido de mucho. Inmediatamente, los entrometidos Castevets empiezan a frecuentar a la joven pareja, invitándoles a cenar. Durante la comida se habla de la hipocresía de las religiones organizadas y de la carrera como actor de Guy, que no acaba de despegar. Roman se muestra profundamente interesado en él, citándole al día siguiente para una charla en privado. Mientras, Minnie no pierde el tiempo y le regala a Rosemary el amuleto de la difunta Terry. El colgante, que emana un intenso hedor, contiene raíz de tanis, un ingrediente muy presente en los aquelarres de brujos.De repente, la carrera de Guy da un giro brusco: la súbita ceguera de un actor le abre las puertas a un importante papel en una obra de teatro. La vida parece sonreírles, y qué mejor forma de celebrarlo que trayendo un hijo al mundo. Esa misma noche se ponen manos a la obra, pero un postre servido por Minnie le ha sentado mal a Rosemary, sumiéndola en un sueño de connotaciones religiosas en la que es violada por una bestia semihumana en un ritual gerontofílico. Los arañazos en su cuerpo a la mañana siguiente tienen una explicación: Guy no se ha cortado las uñas. A las semanas le comunican que está embarazada. Comienza la cuenta atrás.

El día 28 del sexto mes de 1966 es la fecha prevista para el nacimiento. Los Castevets, ante la buena nueva, se apresuran a recomendarle a Rosemary un pediatra de reconocida fama, instándola a abandonar al médico que la estaba tratando. La intromisión de Hutch (Maurice Evans), un amigo de los Woodhouse, en los asuntos de los Castevets acaba costándole caro, entrando en un coma profundo del que no saldrá. Un libro de brujería es su único legado a Rosemary, cada vez más demacrada ante la drástica dieta alimenticia a la que su pediatra somete. En las páginas del libro descubrirá que las letras que componen Roman Castevet son el anagrama de Steven Marcato, un diabólico personaje que vivió en el edificio en el siglo XIX. Asustada y paranoica, Rosemary trata de escapar, pero su intento de huida es infructuoso. La red conspiratoria extiende sus tentáculos hasta dar con ella, sedándola y reteniéndola en su propio domicilio. Ha perdido al bebé en un parto prematuro y debe descansar si quiere recuperarse. Pero esa misma noche oye el llanto de un niño en la habitación contigua. La irrupción en casa de sus amigables vecinos le revela la verdad. Entre las sábanas negras de una fúnebre cuna, bajo la protección de una cruz invertida, llora un niño que no guarda parecido con los rasgos de Guy, su marido. Las orejas, las manos, los pies y los ojos, unos ojos que producen escalofríos, son los de su padre, Satán, El Innombrable. Ha empezado el reinado de la semilla del Diablo.

Aunque en ningún momento se nos dice en qué año transcurre la acción del film, varios son los detalles que se suministran al espectador para que se sitúe temporalmente. Lógicamente, para llegar a esta afirmación lo tuvo más fácil quien vivió de cerca el estreno, dado que a los actuales espectadores se les puede pasar por alto detalles como el hecho de que un reportaje televisivo cubra la visita del Papa Pablo VI, o que a la pantalla se asome la célebre portada de la revista 'Times' en la que aparece el titular 'Dios ha muerto', una portada que suscitó muchos debates por radio y TV el año de su edición, 1966. Resulta curioso que en ese mismo número también se incluyesen las famosas declaraciones de John Lennon -tal como veremos más tarde, un personaje que tendrá un papel relevante en esta historia-, en las que aseguraba: 'los Beatles somos más famosos que Jesucristo'.

Resulta interesante comentar que el film adopta un punto de vista totalmente subjetivo, siendo Rosemary el personaje alrededor del cual transitan todos los elementos y acciones que presenciamos en pantalla. Muy pocas cosas suceden fuera de su presencia física. El espectador se convierte, así, en testigo parcial de lo que se nos narra en la cinta, por lo que las dudas que se plantea la protagonista son las mismas (coinciden) con las que tiene el espectador: ¿lo que vemos acontece más allá de su mente (ella misma piensa que está loca) o realmente existe una conspiración satanista?

(Continúa en unos días...)

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoooo porque dices "Casavets" una y otra vez?

Anónimo dijo...

Castevets perdon.

NonStopR'n'R dijo...

Los Castevets -nada que ver con el actor John Cassevetes- son el matrimonio de ancianos (Ruth y Roman) que los jóvenes protagonistas (Rosemary y Guy) tienen como vecinos.

Es cierto que su apellido es Castevet, pero al referirme a ellos en plural he colocado una 's' al final. No sé si eso es totalmente correcto, pero piensa en la familia Simpson. Lisa Simpson, Homer Simpson,... Cuando se habla de ellos como de 'familia' hablamos de los Simpsons (con 's' al final).

Anónimo dijo...

"Los Casevets, ante la buena nueva..."
"...en los asuntos de los Casavets acaba costándole caro..."
"...las letras que componen Roman Casavets son..."

NonStopR'n'R dijo...

ok, ok, usuario anónimo, ya pillo por donde vas.
Hombre, podría haber sustituido 'casevets' por 'ancianos', 'matrimonio mayor', 'vecinos', o cualquier otra cosa, pero como la pareja de viejales me cae de puta madre y merecen todo mi respeto, pues qué mejor homenaje que hacer constar su apellido constantemente.
De todas formas, no creo que lo haya repetido tantas veces como para que resulte agobiante.

otter attenborough dijo...

Yo creo que lo que quería decir el usuario anónimo no es que se repita el nombre del matrimonio una y otra vez, si no que cada vez está escrito de una manera diferente. Y casi ninguna vez dices Castevet, que es el verdadero ¿no?. Aunque tampoco es tan grave como para andar mensajeando. Me ha encantado el artículo. Esperando la segunda parte. Gracias

NonStopR'n'R dijo...

En las 2ª y 3ª partes del artículo habrá toneladas y toneladas de chismorreos, coincidencias, curiosidades y demás material de primera.
Gracias a todos. Me encanta que os esté gustando.

NonStopR'n'R dijo...

Gracias Otter por la aclaración; es cierto, metí la gamba con el apellido. Ya está corregido.

Anónimo dijo...

Si, es que me referia a eso, no a que se repitiera. Perdon, debi haber sido mas explicito la verdad.

Tioraro dijo...

Bueno, he visto la peli esta tarde (por enésima vez), y si dicen en que año transcurre, 1966. Un saludo.

Anónimo dijo...

exactamente! clarisima esta la escena de la llegada del nuevo año 1966! por todo lo demas todo un clasico del terror!

Anónimo dijo...

Revisionándola el otro día, caí en que cuando el Papa aparece mientras a Mia Farrow la posee Satán no es una alucinación, sino que el propio Papa estaba metido en el ajo, aprovechando su visita a NY. Sólo que ella cree que alucina, y en realidad está bastante consciente.