viernes, marzo 24, 2006

Charles Bukowski

Diario De Un Bebedor Empedernido

(Para mi primera aportación a este blog he recurrido a un artículo que me publicaron hace unos meses en la revista Biker Zone. Espero que JC, el director, no se mosquee por ello; y que vosotros disculpéis mi pereza.)


El poeta del arroyo. El último escritor maldito de América. La voz de los desesperados. El último superviviente de la Meat School.¿Quién no ha oido hablar de Charles Bukowski? A pesar de ser uno de los poetas modernos más leídos en todo el mundo, su biografía sigue estando, a ojos del lector menos avezado, salpicada de inexactitudes, leyendas negras y fantasmas. Su misoginia, su carácter difícil, sus años de vagabundeo, ... lastres con los que ha cargado desde que él mismo vendiera esa imagen -en ocasiones no del todo errónea- de sí mismo. Su prosa sucia, de alcantarilla, rezuma sudor rancio, alcohol de garrafón y perfume barato de mujer; pero también sinceridad, lucidez, desesperación y un humor que es puro vitriolo.

En palabras de Mike Rourke, otro personaje rodeado de idéntico halo de marginalidad, 'Bukowski parece un tío muy auténtico. Es un tío que se ha alejado voluntariamente de todo aquéllo que no tiene razón de ser. No es una persona fácil de amar. No le interesa formar parte de la raza humana'. Rourke lo sabe mejor que nadie. A fin de cuentas llevó a la pantalla uno de los tramos más oscuros de la vida del escritor; una labor para la que cualquier estrellita de tres al cuarto no hubiese dado la talla ni en cien vidas. Pero, ¿en qué reside la autenticidad de Bukowski? Valerse de una prosa directa, cruda y ruda no es suficiente para alcanza ese estatus. La personalidad del escritor se nos revela en toda su dimensión desde el instante que baja del pedestal que normalmente ocupan los literatos para hablarle al lector a la cara, de tú a tú, de los problemas, las miserias y las ilusiones de la clase trabajadora; del amor, del dinero, del trabajo y de su carencia. Al filo de la soledad, el desahucio, la enfermedad y la muerte vivió Charles Bukowski. Con el miedo y la certeza de vivir a medias. Con la ilusión de alcanzar la plenitud. Como cualquiera de nosotros, en definitiva.

Aquellos Maravillosos Años

Heinrich Karl Bukowski nació en Andernach, una pequeña localidad alemana al norte de Frankfurt el 16 de agosto de 1920, en un edificio que, a modo premonitorio, se convertiría en el prostíbulo del pueblo. La crisis económica que asoló el país tres años después obligó a la familia a emigrar a Estados Unidos, concretamente a California, de donde era autóctono el cabeza de familia, Henry. Una vez afincados en Los Angeles, sus progenitores deciden americanizar sus nombres, convirtiéndose, madre e hijo respectivamente, en Kate y Henry Charles Jr, a pesar de que el pequeño sería apodado desde entonces Hank. Su infancia no discurrió feliz.

Su padre era un hombre violento y cruel, y cualquier menudencia por parte del infante era motivo suficiente para propinarle una paliza. A su carácter agresivo había que sumar sus ínfulas de superioridad respecto a sus vecinos. Nadie estaba al nivel de su familia, por lo que cualquier contacto con ellos era indigno. El hecho de verse relegado a un empleo de lechero no hacía más que empeorar las cosas, resentido como estaba. Era tal su mezquindad que, en plena Depresión, y sufriendo los estragos del desempleo, salía todos los días de casa a las ocho de la mañana para que el vecindario no sospechase que se encontraba en paro. De su madre tampoco recibió mucho cariño. La señora contemplaba impertérrita los abusos de su marido sin siquiera parpadear; y cuando el pequeño pedía clemencia, incluso le acallaba alegando que su padre sabía muy bien lo que hacía. Un panorama familiar de lo más idílico que acabaría por forjar una relación de odio y desprecio que duraría hasta el final de sus días.

Así, en diciembre de 1956, a la muerte de Kate tras un cáncer fatal, Henry Bukowski ni siquiera se tomó la molestia de informar a su hijo. El vástago se tomaría la revancha dos años después, cuando le llegase el turno al anciano, celebrando en casa del difunto una orgía de varios días en su memoria. El círculo se había cerrado. Pero si la infancia de Charles Bukowski no fue un camino de rosas, su adolescencia se convirtió en la antesala del infierno. A los trece años su rostro, pecho y espalda se cubrieron de forúnculos. El acné que padecía era tan agresivo que sus padres se avergonzaban de su aspecto, esforzándose por mantenerle alejado de la vista de los vecinos. La cura a la que fue sometido incluía el uso de una aguja eléctrica para perforarle los granos; cura que, sin embargo, le dejó la zona afectada hinchada y surcada de cicatrices para el resto de su vida. El convencimiento de su monstruosidad, el desprecio de sus congéneres, la brutalidad del tratamiento... tempranas experiencias con el dolor que acabarían por dotarle de una estoicidad a prueba de bombas. Su entereza llegó a tal extremo que su padre, resignado ante su pasividad, cejó en su empeño de infligirle castigo físico.

Indemne frente a la adversidad, el Bukowski adulto rara vez perdía los estribos -excepto cuando se encontraba ebrio-, convencido de que la gente acabaría por decepcionarle o hacerle daño. En septiembre de 1937 su padre, en un alarde de presunción, le matricula en una de las escuelas privadas de elite de la ciudad, donde Bukowski se encontraba, ya no sólo incómodo, sino como de otro planeta. Su aislamiento era total. La belleza, el dinero y las fiestas eran territorio vetado para nuestro protagonista, quien en los dos años que pasó allí no labró ni una sola amistad. Más bien al contrario, cuando sus compañeros se dirigían a él era precisamente para mofarse de su aspecto y su inseguridad. Ésta era de tal magnitud que, a fin de evitar que sus compañeros vieran sus forúnculos, se borró de la clase de gimnasia, prefiriendo desfilar en el Cuerpo de Instrucción de los Oficiales de la Reserva, con un uniforme que le tapaba las zonas afectadas.

Malas Influencias

Harto de los estudios, su vida da un giro completo cuando un libro se cruza en su camino. Hasta el momento, su afición a la lectura le había llevado a empaparse de Hemingway, John Dos Passos y los grandes nombres de la Rusia zarista, pero cuando se topa con 'Pregúntale Al Polvo' de John Fante su identificación con el artista resulta arrebatadora. Fante, un italoamericano que recurría a su alter ego Arturo Bandini para narrar sus peripecias cotidianas como aspirante a literato, es el acicate que le impulsa a convertirse en escritor. El primer paso fue instalarse en un decrépito apartamento del barrio angelino Bunker Hill -donde vive Bandini en la novela-, y a partir de ahí escribir relatos cortos aprovechando los ratos libres que le permiten sus intermitentes empleos en fábricas y almacenes.

Pero no es suficiente. Hambriento de nuevas experiencias, un día de 1941 hace las maletas y emprende un viaje en autobús a través de los Estados Unidos, iniciando la etapa conocida como de 'los años perdidos' o 'década de borrachera'. Su rutina se basa en pernoctar en pensiones de mala muerte, emplearse en trabajos poco cualificados, beber como un cosaco y escribir de forma desaforada; propiciando la entrada del fantasma de la soledad en su mundo, y con él, el primer intento serio de suicidio. Las bases del mito que rodea su figura están asentadas.Ya en tiempos del instituto, metido de lleno en la bebida, Bukowski se había creado un personaje en el que escudarse; antisocial y provocador, no dudaba en llevar su caracterización hasta las últimas consecuencias (su travesura preferida consistía en escandalizar al profesorado con encendidas defensas a Adolf Hitler). Pero el tiempo ha demostrado que el mito no era auténtico al cien por cien. Así, por ejemplo, existen fotografias fechadas en 1947 que contradicen en parte lo que él mismo se encargó de hacer creer, con imágenes que lo muestran trajeado y encorbatado, y no como el haragán de los barrios bajos que detallaba en sus escritos. Lo cierto es que no existen indicios fehacientes que demuestren que nuestro hombre viviese como un vagabundo. Bukowski siempre puso mucho celo en el dinero, lo que unido a su pánico a dormir en la calle, hacen poco probable tal posibilidad.

Esto no lo convierte en un farsante. Nadie duda que Woody Allen no es el personaje neurótico que retrata en sus filmes, y no por ello se le considera un impostor. Bukowski adornaba sus experiencias con florituras dramáticas para dotarlas de un tono aun más descarnado si cabe, asegurando que todo lo que se recoge en su obra es real en un noventa y cinco por ciento.

De Guerra, Amores Y El Servicio De Correos

Lo que sí fue real en todo su alcance fue el progresivo avance de la Segunda Guerra Mundial, obligando a todos los varones mayores de edad a reclutarse. Bukowski, que de estos menesteres no quería saber nada, se puso en contacto con la Junta de Reclutamiento antes de ser llamado a filas, declarando que no tenía intención de alistarse debido a su filosofía personal. La respuesta de la Junta fue tajante, si se negaba iría directo a prisión. Le quedaban pocas opciones, así que prefirió no tentar la suerte. Pero la fortuna se puso de su parte una vez se presentó a las Autoridades. Se marcó la casilla 'no apto por motivos fisicos, mentales o morales' de su formulario, eximiéndole temporalmente. Aun así, la Junta le obligó a presentarse regularmente en el futuro, y a informar de cualquier cambio de domicilio. Tan sencillo como eso; sólo que Bukowski no se regía por estas cuestiones.

En 1944, estando instalado en Filadelfia, Buk se trasladó de pensión sin pasar el comunicado. Como si de una película de espías se tratase, los agentes del FBI lo localizaron rápidamente, conduciéndole detenido a un centro de prisión preventiva, donde permaneció catorce días hasta que un médico militar lo puso en libertad. No sería la primera vez que nuestro hombre pisase un calabozo. En 1947, próximo a la traintena, Bukowski conoce -en un bar, como no podía ser de otra forma- a Jane Cooney Baker, una mujer diez años mayor que él, que se convertiría en su primer gran amor. Por entonces Buk sólo había mantenido una única experiencia sexual -y había sido con una prostituta, tres años atrás-, así que el hecho de que una mujer se mostrase interesada por él sin mediar dinero, fue algo que le tocó muy de lleno. Sin embargo, la relación fue cualquier cosa menos idílica. Sus problemas con el alcohol, los celos y la violencia desembocaban en fuertes discusiones, que, a la larga, sólo le sirvieron para redefinir su concepción de las mujeres, considerándolas, a partir de entonces, de "vulgares putas".

Si sus problemas amorosos no fuesen suficientes, el trabajo tampoco se lo ponía fácil. En 1950 dio inicio su relación con el Servicio de Correos de los Estados Unidos, un idilio que se prolongaría durante veinte años de forma más o menos intermitente. Su labor como auxiliar de tráfico prefería llevarla a cabo en el turno de noche, ya que así podía acudir por las mañanas al hipódromo de Hollywood Park. Le apasionaba apostar, y confiaba en convertirse algún día en jugador profesional. La cuestión era dejar de trabajar para siempre. Pero la suerte no siempre estaba de su lado. En la primavera de 1955 los excesos etílicos le pasan factura con una grave hemorragia interna que le coloca al borde la muerte. Leyenda o no, se dice que fue su padre quien, indirectamente, le salvó la vida. Resulta que los Bukowski compartían un tipo de sangre poco común, y fue gracias a la reciente donación que su padre había hecho en el hospital Los Angeles County que pudo realizarse la transfusión. A los días de darle el alta, y bajo la recomendación de no volver a acercarse a una botella nunca más, Charles optó por permanecer en casa de forma indefinida. Su estado físico no era el idóneo para volver al trabajo, pero eso Jane no lo entendía. Sin empleo no había ingresos, y sin éstos no había alcohol. La ecuación hacía aguas, así que lo mejor era poner tierra de por medio. Jane le abandonó, y Buk cayó más bajo que nunca. Se había quedado sin nada. Lo único que podía mantenerle a flote era la escritura, pero en aquel momento había perdido el pulso por completo. Mientras duró su relación con Jane había abandonado el oficio, así que cuando reemprendió la actividad comprobó que sus nuevos poemas carecían de la fuerza de antaño. La situación se tornó desesperada. Las revistas literarias rechazaban su trabajo, él no levantaba cabeza... La sombra del suicidio volvió a revolotear en su sórdido apartamento.

Una Segunda Oportunidad

Barbara Frye se llamó su siguiente golpe de suerte. Barbara, que editaba una revista literaria, se ofreció a publicarle todo lo que le enviase. La chica sentía auténtica devoción por la obra de nuestro hombre, pero a medida que la relación epistolar se prolongaba, la atracción se convirtió en algo más personal. En una de las cartas, Barbara confesaba su defecto físico (le faltaban dos vértebras del cuello, por lo que no podía girar la cabeza sin que el cuerpo la acompañase) y su miedo a convertirse en una solterona. ¿Cual fue la respuesta de Bukowski? Proponerle matrimonio. Cierto que aquella noche Buk estaba borracho como una cuba, pero hay que tener en consideración que la soledad y la falta de atención estaban haciendo mella por entonces en el escritor. La señorita Frye no tomó sus palabras a la ligera. Al cabo de unas semanas abandonó su Texas natal y se personó en Los Angeles en busca de su amado.

El encuentro no pudo ser más decepcionante para Buk. Barbara era menos que agraciada, pero era joven (tenía 23 años) y, qué demonios, también su mayor admiradora. La boda tuvo lugar el 29 de septiembre de 1955, y no pasó mucho tiempo hasta que su esposa intentó encauzarle la vida. Está claro que Buk no pertenecía al mundo de los emprendedores ni los serviles, y que no estaba dispuesto a abandonar sus vicios. El divorcio llegó en marzo de 1958, y tras él, vuelta al entorno que le inspiraba, el de los sórdidos apartamentos, con muebles rotos, grietas en la pared, y feo papel pintado. A fuerza de escribir en los siguientes años, su escritura alcanzó una considerable madurez, lo que hacía más fácil la publicación de sus trabajos. Aunque el empujón más importante que recibió por entonces vino dado en 1961 por un matrimonio afincado en Nueva Orleans, Jon y Louise 'Gypsy Lou' Webb, quienes regentaban una editorial y editaban una revista, 'The Outsider'. Los Webb estaban muy impresionados con la obra de Buk, por lo que le publicaron un volumen de antología poética con la que logró muchos elogios. A pesar de todo este reconomiento Buk seguía sin ingresar ni un dólar por su trabajo creativo, situación que no ayudaba mucho a la hora de tirar adelante una familia. El escritor vivía desde finales de los 50 con Frances Smith, una poetisa divorciada con la que tuvo una niña, Marina Louise. A pesar de que Bukowski siempre dejó claro que formar una familia no entraba en su esquema vital, el nacimiento de la pequeña le hizo ceder terreno, proponiéndole matrimonio a su compañera. Frances no aceptó, y al poco tiempo cada uno siguió su camino por separado, pero sin perder el contacto del todo; Buk quería a su hija, y siempre se mostró como un buen padre, participando en su educación y sin fallar nunca en la pensión de manutención.

Paralelamente, Bukowski empezó a escribir una columna -'Escritos de un viejo indecente'- en un periódico de carácter radical, relatando toda suerte de episodios semiautobiográficos de marcado contenido obsceno y sórdido. El interés generado convirtió de inmediato al poeta en una figura de culto en la ciudad, lo que, a la larga, acabaría por causarle un molesto problema en su entorno laboral. Así, en enero de 1968, un compañero de nuestro cartero metido a columnista puso al corriente a las altas esferas del Servicio de Correos de las aficiones de su empleado, y de la existencia de una hija fuera de matrimonio. Un mes más tarde, los supervisores le convocan para interrogarle acerca de cual es su posicionamiento respecto a todo aquel material subversivo (en sus textos, además de cantidades ingentes de sexo explícito, siempre había espacio para alusiones a Hitler, el Partido Comunista o el movimiento Black Power). Bukowski se defendió alegando que todo era una 'combinación de ficción y realidad, para que los relatos resultaran más atractivos', pero los supervisores no quedaron convencidos, instando a que el FBI llevara a cabo una investigación en toda regla. A fin de cuentas, Bukowski era funcionario del Gobierno, y su comportamiento no podía ser tolerado. La investigación se desarrolló con rigurosidad durante un par de meses, interrogando a personas de su entorno familiar, académico, laboral y cotidiano. Pero cuando parecía que las sospechas se habían disipado, descubrieron su episodio carcelario de 1944. Bukowski no había declarado aquel incidente cuando se presentó para el empleo de Correos, lo que suponía motivo más que suficiente para echarlo a la calle. Este asunto, unido al hecho de que los editores le apremiaban cada vez más con las fechas de entrega, hacían que Bukowski se ausentase más que nunca de sus obligaciones laborales. Nunca se había comportado como un trabajador ejemplar, pero lo de entonces rayaba en lo insostenible. En otoño de 1969 los responsables del Servicio de Correos, hartos de su absentismo injustificado, le notifican su intención de despedirle.

La Tabla De Salvación

John Martin era un joven ejecutivo cuando un día de 1966 se presentó ante Bukowski para halagar su obra y ofrecerse como editor. El escritor no se lo pensó, alumbrando así el nacimiento de Black Sparrow Press, una de las editoriales pequeñas más prestigiosas de America. Cuatro años más tarde, y con la carta de despido en la mano, Bukowski necesitaba ayuda. Y acudió a Martin con un trato: un sueldo de cien dólares al mes a cambio de escribir en exclusiva para su editorial. Martin aceptó, convirtiéndose de forma automática en su mecenas. A las pocas semanas de cerrar el trato, Bukowski ya tenía una novela lista para ser publicada, su ópera prima 'Cartero'. La alegría inicial ante ese cambio de vida pronto fue sustituida por las dudas y la depresion. Libre de obligaciones laborales, el escritor se obsesionó con la idea de que no conseguiría mantenerse a flote con la escritura, llegando a plantearse -por tercera vez- el suicidio. Para salir de aquel bache se puso a escribir com más empeño que nunca.

A sus poemas y su poémica columna se sumaron artículos en la revista porno Hustler y recitales de poesía. Como conferenciante era todo un show-man. Solía aparecer borracho, y durante la charla contaba chistes, insultaba al publico y hacía el payaso, convirtiéndose en uno de los nombres más solicitados en facultades y talleres de literatura. A pesar de que el grueso de sus lectores eran hombres, también había mujeres que se sentían cautivadas por su obra y su figura. En 1970 Bukowski inició una relación sentimental con Linda King, una escultora 19 años más joven que él, que se prolongaría durante cinco turbulentos años. ¿Porqué turbulentos? Su condición de autor famoso le convertieron de la noche a la mañana en un potente imán de 'mujeres atraidas por la fama', una situación que, dados los largos años de sequía sexual por los que había pasado, no estaba dispuesto a desaprovechar. Las contínuas infidelidades de nuestro hombre molestaban sobremanera a Linda, desembocando en discusiones realmente violentas; como aquélla que acabó con Buk propinándole un puñetazo a Lisa que le rompió la nariz; o aquella otra en la que Lisa atropelló a su amante con el coche. Sin ánimo de actuar como abogado del Diablo, a pesar de toda la agresividad y grosería de las que hacía gala, y tal como reconocen algunas de sus ex-amantes, Bukowski era un hombre muy sensible y tranquilo, siempre abierto al amor, que se entregaba en sus relaciones con un entusiasmo adolescente. Era capaz incluso de escribir varias cartas de amor al día, y en las ocasiones en que la relación llegaba a su final no podía evitar llorar desconsoladamente.

European Tour

A partir de la segunda mitad de los 70 el cobro en concepto de derechos de autor empezó a sanear la economía del escritor. Puesto que nadie es profeta en su tierra, los beneficios no procedían de Estados Unidos, sino, en su mayoría, de Europa, concretamente de Alemania, Francia e Italia. La diferencia en el volumen de ventas entre un continente y otro eran importantes: mientras en EEUU las tiradas no superaban los cuatro mil ejemplares, sólo en el país germano las ediciones se contaban por decenas de miles (el caso más espectacular es el de su antología 'Blue Book', que casi alcanzó las cien mil copias). Por aquel entonces Bukowski conoció a la que sería su siguiente compañera, Linda Lee Beighle, la joven propietaria de un restaurante a la que separaban 23 años de edad. A pesar de las peleas, ella cuidaba mucho de él, intentando hacerle entrar en razón para que abandonase sus malos hábitos. Tanto amor había en su relación que acabarían contrayendo matrimonio unos cuantos años después, en 1985. Con Linda marchó Bukowski a Alemania en 1978, con objeto de ofrecer sus primeros recitales en suelo europeo. Durante su estancia, aprovecharon para visitar Andernach, la localidad que lo vio nacer, donde tuvo un emotivo encuentro con su tio Heinrich Fett.

A continuación, emprendieron ruta hacia Francia, donde le aguardaba una muy especial aparición pública en 'Apostrophes', un espacio televisivo dedicado a la literatura y las artes emitido en directo. Su participación no pudo ser más bochornosa. Completamente ebrio, Bukowski le faltó el respeto al presentador y al resto de contertulianos, siendo expulsado del plató, no sin antes amenazar a unos guardias jurados con una navaja de bolsillo. El revuelo fue considerable, los periódicos del días después se hicieron eco en sus portadas, y su popularidad creció como la espuma. No hay mal que por bien no venga, que dicen. A su vuelta a Los Angeles, la feliz pareja abandonó su apartamento en Hollywood Este para trasladarse a un bungalow situado en el puerto de San Pedro, una zona residencial de alto standing. Su asesor fiscal le animaba a gastarse el dinero si no quería ver como el Gobierno lo taladraba a impuestos, por lo que, al poco tiempo, instaló una piscina en el jardín trasero de su propiedad y se compró un BMW de dieciseis mil pavos. Bukowski estaba satisfecho con su éxito y así lo hacía saber, tanto a través de sus adquisiciones como con sus poemas. Él, que siempre se había mostrado reacio a vivir una vida acomodaticia, acabó sus días caminando por esa senda. Eso sí, en su caso tuvo que esperar a los sesenta años para hacerlo. Sin embargo, sus dudas persistían, cuestionándose si todo aquello no acabaría por destruirle. Sus escritos describían el giro que había dado su vida en el aspecto material y laboral, pero dejaba claro cuales seguían siendo los principios y valores que seguían rigiendo su comportamiento.

Imitación A La Vida

Cuando su nombre empezó a darse a conocer a finales de los 70 la industria cinematográfica empezó a interesarse por su figura, rodándose tres películas en la década siguiente. Ni 'Ordinaria Locura' ni 'Love Is A Dog From Hell' contaron con el beneplácito del escritor, pero para la siguiente, 'Barfly' (1987), Bukowski se implicó escribiendo el guión -más que nada porque su director, Barbet Schroeder, le estuvo insistiendo durante meses-. El proyecto pasó años congelado; incluso se barajó a Dennis Hopper como director y a Sean Penn como protagonista (el actor estaba tan entusiasmado de poder encarnar a uno de sus ídolos que estaba dispuesto a trabajar de forma gratuita), pero el compromiso que tenía Bukowski con Schroeder inclinó la balanza en favor de este último. A pesar de contar con un director de prestigio y de estrellas en el reparto como Faye Dunaway y Rourke, la peli no fue ningún éxito, ni de taquilla ni crítica, pero sirvió para mostrar al gran público una parte de la vida del escritor. Pero la experiencia hollywoodiense también le valió a Bukowski para escribir su siguiente novela, 'Hollywood' -en la que relataba, a su manera, su trip cinematografico-, y para ampliar su círculo de amistades. De los actores que conoció cabe citar a Harry Dean Stanton, Elliot Gould, James Woods y Dennis Hopper, todo un plantel de outsiders de la Meca del Cine que casaban a la perfección con su forma de encarar la labor artística. Pero con quien mejor conectó fue con Sean Penn -casado por entonces con Madonna-, con quien solía ir a cenar en parejas. Buk llegó a dedicarle al actor/director su libro 'In The Shadow Of The Rose' (1991), y tras su muerte, Penn le homenajeó a título póstumo con su film 'Cruzando la oscuridad' (1996).

The Last Waltz

A pesar del agitado ritmo de vida que llevó desde muy joven, Bukowski llegó bastante entero a la vejez. Casi siguiendo los pasos de otro escritor, Boris Vian (que falleció mientras visionaba la adaptación cinematográfica de una de sus novelas), nuestro hombre inicia una larga y dolorosa relación con la enfermedad, contrayendo tuberculosis tras el estreno de 'Barfly'. Una vez superada, y tras sufrir una serie de afecciones -la más importante, una catarata ocular-, le diagnostican leucemia. La gravedad de la enfermedad trastoca por completo sus costumbres, abandonando bebida y las carreras de caballos, e invirtiendo largas horas descandando en el jardín, rodeado de sus gatos. Las sesiones de quimioterapia poco a poco hicieron remitir el mal, permitiéndole volver a su hogar. No del todo recuperado, aprovecha su estancia para escribir su última novela, 'Pulp', y para seguir pariendo poemas a diario. Pero el tratamiento había sido demasiado para su ya endeble constitución, minando su salud de tal forma que en los primeros días de marzo de 1994 una neumonía lo ingresa de nuevo en el hospital San Pedro Peninsula. A los 73 años Bukowski fallecía el 9 de marzo de 1994, siendo enterrado cinco días después en el Green Hills Memorial Park, Rancho Palos Verdes, Los Angeles.Tras su paso por este mundo Bukowski legaba más de cuarenta libros de poesía y prosa con los que disfrutar leyendo. En tus manos lo dejo.
a

5 comentarios:

miultimodia dijo...

Siempre es un placer leer algo sobre Bukowski. Es de esos artistas cuya vida es tan grande como su obra.
Gracias.

ladrondecaballos dijo...

Más que un post es un dossier... interesantísimo, aunque quizás yo lo hubiera dividido en tres entregas (es mi opinión) así es un poco apabullante... pero genial, muy bien escrito... de qué es esa revista? motos? Un saludo.

NonStopR'n'R dijo...

Me alegra que esté gustando.
Biker Zone es una revista de motos custom, sí.
Lo de dividir el artículo en varias partes llegué a planteármelo, pero el blog está tomando unas dimensiones que lo mismo al lector le agobiaría el tener que ir buscando los distintos capítulos, ¿no?
Tengo un par de 'dossiers' en cartera. ¿Qué opináis: a palo seco o por entregas?

ladrondecaballos dijo...

Yo tb voto por entregas, aunque lo publiques en tres dias consecutivos. Además siempre puedes enlazar las partes anteriores. Lo he visto en otros blogs y no queda mal.

bitxuverinosa dijo...

hace un par de años se hizo un documental sobre bukowski que ahora ha salido en dvd.

más información en

http://maquinadehuesos.blogspot.com

porque yo, como paco umbral, he venido aquí a hablar de mi blog

:P